La migración legal-ilegal como esquema de mayor vulnerabilidad para las mujeres cubanas migrantes.

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Introducción

La historia migratoria cubana ha sido muy particular, primero como receptora de migrantes, sobre todo españoles, africanos, asiáticos y algunos árabes; luego como expulsora de migrantes hacia Estados Unidos fundamentalmente. La propia migración hacia los Estados Unidos ha estado particularizada por políticas que promueven e impulsan el fenómeno migratorio. En el trabajo de 2011 “Feminización de las migraciones en Cuba. Un análisis desde la perspectiva de género”, de la autora Gretel Marrero, se plantea que la mujer cubana profesionista también ha intentado insertarse en los mercados de trabajo internacionales, aunque la realidad es que gran número de estas mujeres terminan ubicándose en trabajos de menor nivel de calificación en los países receptores.

La autora plantea la existencia de diferencias genéricas en cuanto a la cantidad de personas de cada género (en sentido estricto masculino y femenino) que salen de forma legal e ilegal del país; es decir que, en los ilegales predominan los hombres y en los legales las mujeres. Considero que esta afirmación guarda una estrecha relación con la historia de la migración cubana hasta aproximadamente el 2005 cuando, fundamentalmente, los hombres se lanzaban al mar intentando llegar a las costas de la Florida (la crisis de los balseros iniciada en los 1990s y que se mantuvo después de los 2000s).

No obstante, la migración cubana en el último decenio ha vivido transformaciones importantes. En primer lugar se abrió la oportunidad de emigrar hacia países de América Latina sin necesidad de solicitar visa, ejemplo son Panamá, Ecuador, Guyana, Chile y Nicaragua más recientemente, donde cubanos/as comenzaron a adoptar estrategias que ya realizaban los centroamericanos desde mucho antes, y me refiero a la migración indocumentada por las fronteras de Centroamérica hasta llegar a los Estados Unidos. También los programas de médicos y maestros implementados por políticas cubanas en colaboración con países latinoamericanos esparcieron cubanos por todo el continente.

Volviendo a las mujeres, también argumenta la autora Marrero, que las causas del incremento de la migración femenina cubana, de su mayor capacidad de reflexionar y de decidir sobre sus vidas y trazar estrategias migratorias está en los cambios que sufrieron durante la crisis de los noventas y los movimientos en los roles tradicionales de género. Además del cambio en la vía principal de la migración, una vía liminar entre lo legal e ilegal pero que da una falsa posibilidad de seguridad a las mujeres que deciden salir del país.

Desarrollo

Se evidencia la participación de las mujeres en la motivación hacia la migración, creadoras de redes sociales de migración en los países receptores y gestoras de comunidades de migrantes en estos países de acogida. Sin embargo, los posibles peligros que pueden sortear las mujeres migrantes, siendo vulnerables a abusos y discriminaciones -no solo por el hecho de ser migrantes sino por su propia condición de género- siempre están presentes. Uno de los elementos que más impactan en este tipo de vulnerabilidades tiene que ver con las políticas migratorias de los países implicados en la migración, es decir, el país emisor, los países de tránsito y el país receptor. Así como las condiciones de violencia sistémica y cultural existente en los países de tránsito.

Como ya se ha venido planteando, las categorías para abordar los estudios sobre la migración se han movido, en las décadas que lleva el nuevo siglo, por lo que es necesario, ante los nuevos escenarios replantear los conceptos. Por lo que la autora M. Aránzazu Robles en su obra “Buscando un espacio. Mujeres (trans)migrantes hacia Estados Unidos”, plantea el concepto de mujeres transmigrantes que: “son aquellas que rebasan al menos una frontera nacional para llegar a la sociedad que consideran como destino en su proyecto migratorio. En algunos casos, este destino puede tener no solo el cruce de una frontera, sino de varias.”

 Las políticas migratorias generan las categorías políticas de migrantes legales e ilegales, de indocumentados, de deportación; todas estas categorías se mezclan en el tejido social y cultural de las naciones y tipifican las relaciones sociales de las mujeres en contextos migratorios. En este sentido, la salida de Cuba se ha ampliado a la salida legal, donde las mujeres consiguen boletos de viaje al continente latinoamericano y de ahí inician un recorrido indocumentado hasta llegar a la frontera sur de Estados Unidos.

Durante el itinerario se exponen a disímiles vulnerabilidades como la extorsión, secuestros, abusos, víctimas de la trata de personas y violaciones. En la mayoría de los países de tránsito abunda el crimen organizado que se ha enfocado en la última década al negocio de tráfico de migrantes, juego en el cual las mujeres tienen las mayores desventajas. A esto se suma la situación que las mujeres, en la mayoría de los casos, asumiendo que por ser personas indocumentadas no deben acudir a las autoridades locales por miedo a ser detenidas o deportadas, se vinculan con las redes de tráfico de personas, o por lo menos no buscan el apoyo de las instituciones gubernamentales debido a historias que también son de discriminación hacia las personas migrantes en general.

Son muchos los peligros a los que se enfrentan las mujeres en los itinerarios migratorios que forman parte de sus estrategias para migrar. Los cruces de fronteras, a través de controles fronterizos o burlando estos controles, los trayectos guiados por coyotes o polleros, por grupos de migrantes, los tiempos de estos itinerarios y las geografías, muchas veces desconocidas; todo esto implica una vulnerabilidad mayor para mujeres que para hombres. Esta vulnerabilidad atraviesa sus cuerpos entendidos como inferiores desde una mirada androcentrista y patriarcal persistente en los contextos migratorios latinoamericanos.

Los guías, coyotes o polleros reconocen a las mujeres transmigrantes como susceptibles de chantaje emocional y físico, fáciles de sobornar y de violentar durante los trayectos. Aunque se reconoce que las mujeres pueden ser víctimas de diferentes personajes durante la migración (enfoque de vulnerabilidad), también hay que hablar de sus estrategias para enfrentar estas posibles vulnerabilidades. Conseguir una pareja temporal dentro del grupo de acompañantes, optar por caminos más seguros para ellas como albergues solo para mujeres o hospedarse en hoteles baratos, el empleo de anticonceptivos y la masculinización de su apariencia y de sus cuerpos; son algunos de los medios que emplean las mujeres para realizar una migración “segura”.

En estudios realizados en los últimos años son muchas las historias de mujeres que recopilan itinerarios de vulnerabilidades de diferentes tipos. Desde historias desgarradoras de violencia física, psicológica y emocional hasta violencia estructural (donde se articulan las intersecciones de migración y género), como violencia económica (donde las mujeres se ven obligadas a realizar trabajo sexual y/o trabajo doméstico para sobrevivir en los contextos migratorios por los que transitan). En estos tipos de trabajo, que en la mayoría de los casos son de tipo informal, se les paga mucho menos que a personas locales que realizan las mismas labores, se les privan de derechos básicos y se les discrimina por el color de piel, por sus prácticas culturales y por su idioma en algunos casos (para mujeres que no son hispanohablantes).

La enumeración de todas estas formas de discriminación y vulnerabilidades que viven las mujeres migrantes no significa que éstas no tengan herramientas para construir resiliencias frente a estas situaciones. Una de estas formas son las redes de apoyo que construyen las mujeres con otras migrantes, formas en las que se distribuyen para cuidar a los hijos de otras mujeres, para compartir gastos, ideas acerca de cómo continuar con el proceso migratorio, así como compartir mapas orales y contactos que han ido creando con su grupo de mujeres.

Luego de sobrevivir al tránsito por terceros países, las mujeres que logran llegar a la frontera norte de México ven la posibilidad de volverse legales nuevamente. Esto se debe a los beneficios que brinda la Ley de Ajuste Cubano (Ley Pública 89-732 de noviembre de 1966 aprobada por L. Johnson, Estados Unidos) a los migrantes de la isla, lo que resulta el gran motor impulsor para llevar hacia adelante el recorrido por múltiples países de Centroamérica hasta llegar a Estados Unidos. Lo que, a su vez, constituye también un elemento de diferenciación social en cuanto al grueso de la población migrante en los Estados Unidos.

¿Qué quiere decir esto? Pues que a diferencia del resto de latinoamericanos que tratan de colarse de forma ilegal a los Estados Unidos, una de las garantías que tienen los migrantes cubanos es que existe una ley que los ampara para estar legalmente dentro del país. Esto ha motivado también la migración femenina porque se siente como seguro el éxito final, lo inesperado está en el trayecto, cada vez más largo y tortuoso, por los cierres que han realizado las naciones latinoamericanas frente al flujo de cubanos en tránsito por sus países. No obstante, este no es el fin de las vulnerabilidades a las que se enfrentan las mujeres; ya en el lugar de recepción también pueden seguir viviendo procesos de discriminación, en muchos casos tienen que emplearse en el sector del trabajo doméstico o de poca cualificación, porque las personas migrantes, en este caso, las mujeres, siguen siendo personas de segunda.

Cierre

Las cubanas y cubanos han mantenido el flujo migratorio creando estrategias que mezclan la legalidad con la ilegalidad y que les llevan a sortear itinerarios migratorios inciertos. Es evidente que este texto se enfoca principalmente en la visión política de la migración, aunque se debe desmitificar la mirada que ve al sujeto migrante cubano como homogéneo; y que solo está marcado por los periodos de cambios políticos.

Se crea una condición ambivalente sobre la migración legal-ilegal. Esta paradoja consiste en que a la vez que se incentiven las motivaciones se desarrollan estados de mayor peligrosidad en las rutas migratorias actuales. Los cambios constantes en las políticas migratorias de ambos países, Cuba y Estados Unidos, y las voluntades de cierre o de apoyo de otros Estados involucrados en esta migración, han propiciado las incertidumbres actuales y el constante cambio de las estrategias de las mujeres cubanas migrantes, considerándose así este proceso como irregular.

Este constituye, grosso modo, el contexto actual de la migración femenina cubana. Un contexto plagado por nuevas estrategias migratorias, entretejido entre la migración legal e ilegal, con nuevos personajes que aparecen en los paisajes migratorios como los coyotes, polleros o guías. Las múltiples formas de violencia y vulnerabilidad a las que se pueden enfrentar, incluso en los cruces fronterizos a manos de los representantes institucionales de los distintos países por donde transitan. A ello deben sumarse las emociones que son corporalizadas durante el trayecto y cómo las otras categorías: género, clase, edad, raza, lugar de procedencia; también son corporalizadas por las mujeres, dejando así que sea el cuerpo nuestra primera trinchera de combate ante el poder y nuestra resistencia.

Yalily Ramos Delgado. Licenciada en Sociología por la Universidad Central Marta Abreu de las Villas, Cuba en 2008. Maestra en Estudios Socioculturales y Doctora en Estudios Socioculturales en el Instituto de Investigaciones Culturales-Museo de la Universidad Autónoma de Baja California Mexicali, México. Posdoctorante en estancia de investigación en el Instituto de Investigaciones Culturales-Museo de la UABC, con beca de CONACyT. Miembro de la Red de Estudios de Géneros y LGBTII, Miembro de la red Temática Migrare, Migraciones y Movilidades de CONACyT. Miembro de la Red de Estudios de Género del Norte de México. Miembro del Colectivo SUMA: sueños migrantes y acompañamiento.

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Imagen: de la autora.