Experiencias de mujeres-madres migrantes obligadas a migrar

Dibujo de celular con niños en pantalla

Introducción

Adentrarse en la realidad de un albergue es una actividad para la que todos no estamos preparados. En mi caso, mujer-madre migrante, poco conocedora de la situación real de estos lugares y de las problemáticas de la ciudad, novata y temerosa de esta nueva experiencia. El primer acercamiento me dejó ver que en el albergue existe complicidad, apoyo incondicional, historias de un pasado y un presente en común, expectativas y planes a futuro similares y un mismo fin: el llegar a Estados Unidos y olvidar todas las vicisitudes que van dejando atrás. 

Acercarme a las mujeres-madres migrantes que viven en el albergue no fue una tarea fácil. Para poder iniciar las entrevistas me dediqué a ir una vez a la semana y hacer alguna actividad con los niños, hasta volverme “familiar” para las personas que estaban allí. En principio, las mujeres se mostraron renuentes a dar algún tipo de entrevista, y se pasaban la responsabilidad las unas a las otras cuando se enteraban del tema que íbamos a hablar. Presentaban resistencia a hablar de sus hijos, pues, en medio de sus risas nerviosas, sus ojos se encharcaban y su mirada se tornaba triste.

“Darles un mejor futuro a mis hijos”: la motivación de Yesica Yovana 

La primera vez que hice contacto con una de las mujeres del albergue su semblante denotaba una profunda tristeza. La entrevista no fue lo que yo esperaba. Estaba emocionada, pero a la vez con miedo, y escogí un mal día para hacerla. Las mujeres se preparaban para celebrar el día de la madre, que había sido un par de días antes de mi visita.  Cuando me acerqué a preguntar por alguna mujer con las características que buscaba, otras mujeres me remitieron a Yesica. En un principio, en medio de su tristeza, se emocionó porque pensó que era una periodista y que iba a salir en televisión como había pasado días atrás. 

El lugar que ella escogió no fue el más cómodo, pues acomodó dos sillas en la mitad del patio del albergue y nos sentamos ahí. Había mucho ruido, pues todas las personas estaban a la expectativa de la celebración, así que corrían por todo lado, acomodando los espacios antes de que llegaran los invitados. En nuestra corta conversación pude abordar varios temas: su lugar de procedencia, los motivos por los que migró, sus hijos y sus pertenencias. Yesica es una mujer que migró desde El Salvador con la caravana que salió de este país en abril del 2019. Vivía en un sector rural, junto a su madre y sus tres hijos varones de 15, 14 y 9 años. En el momento de la entrevista, Yesica se describió como una mujer-madre soltera de 33 años de edad, con escolaridad hasta noveno grado (bachillerato). En su hogar, al ser madre soltera, ha sido la encargada de responder por su madre e hijos, teniendo en cuenta que parte de su actividad principal ha sido lo que refiere a lo económico, la crianza y los afectos. 

Sin embargo, a pesar de ser la encargada de sus hijos, debido a factores económicos Yesica solo pudo emigrar con su hijo menor (9 años), dejando al cuidado de la abuela a los otros dos. Uno de los motivos que Yesica tuvo para migrar fue el querer darles un mejor futuro a sus hijos. Principalmente, enfatizó que su prioridad siempre ha sido poder brindarle educación y estudio a sus tres hijos y en el lugar en el que vivía esto se había convertido en algo muy difícil. En la entrevista este fue un tema que, en la esfera emotiva, era evidente que causaba tristeza y angustia a Yesica. Con el paso de los días, ella se replanteó regresar para que su hijo (con el que migró) no perdiera más escuela, pues en la frontera el proceso fue mucho más demorado de lo que esperaba. 

En el relato de Yesica, una constante en su discurso fue lo relacionado con la tristeza. Esta emoción suele experimentarse cuando una meta se bloquea o se destruye, o cuando existe una amenaza o una pérdida. Es necesario tener en cuenta que, para esta mujer, el haberse alejado de sus hijos físicamente es parte de una pérdida, pues ella expresó que sus hijos lo son todo. La reacción ante el cúmulo de emociones fueron las lágrimas. Si bien en sus palabras fueron nombradas solo la tristeza y la angustia, su discurso denota que también hay miedo, ansiedad, ira, nostalgia y amor. Todas estas emociones son la respuesta a lo que sucede en su entorno, de forma tal que su intensidad está determinada por el conocimiento y la información que se va recibiendo día a día y que puede afectar su bienestar y el de quienes la rodean. Lo anterior está íntimamente relacionado con las creencias, los objetivos personales, la percepción de lo que está sucediendo a su alrededor, las metas y los sueños trazados con las expectativas migratorias. 

Del miedo al valor: Reyna Rosenda

Cuando conocí a Reyna Rosenda en un principio pensé que era una mujer tímida, debido al bajo tono de voz y a su expresión corporal. Mi acercamiento con ella fue diferente al que tuve con Yesica, pues en esta ocasión, después de diversas visitas al albergue, la encargada del lugar, a quien ya había entrevistado también, fue quien me presentó a Reyna. Como si fuera una orden, recuerdo que le dijo: “Ve y habla con la muchacha, eso te va a servir para desahogarte” y enseguida me llevó a la banqueta afuera del albergue. 

Con el paso del tiempo mi relación con Reyna dejó de ser solo de entrevistadora-entrevistada, y pasó a existir un vínculo afectivo entre las dos que me llevó a involucrarme en su proceso migratorio, ayudándole a sacar adelante su documentación y sus citas en Estados Unidos para que, finalmente, después de más de ocho meses en el albergue y cuatro citas en el MPP con documentación rechazada o devuelta, en su quinta y última oportunidad fuera recibida en calidad de asilo en Estados Unidos y trasladada a New Jersey a encontrarse con su primo.

Reyna Rosenda es una mujer proveniente de Chiquimula, cabecera del Departamento de Chiquimula en Guatemala y perteneciente a la aldea Maraxco en el sector rural de esta ciudad. Es la menor de cinco hermanos. Al momento de la entrevista tenía 35 años, sin ningún estudio (no sabe leer ni escribir) y era madre de cinco hijos. Ella es la encargada de responder por todo lo relacionado a las labores de crianza, los afectos y lo económico de sus hijos. Debido a su situación económica y precaria, unida a la irresponsabilidad del padre de sus hijos para poder alimentarlos, se dedicaba a labores varias. 

Su historia gira en torno a la violencia a la que ha estado expuesta y que ha ejercido su expareja durante más de 20 años. En la narración sobre lo que fue su matrimonio predomina la estructura de la “familia tradicional”, en donde la mujer aguanta todo porque le debe respeto y lealtad a la pareja. Es necesario tener en cuenta que la familia es el primer espacio en el que se establecen los roles de género entre mujeres y hombres. Mientras que a ellos se les ha legitimado en su papel de proveedores, las mujeres se enlazan con la reproducción y el cuidado, teniendo mayor responsabilidad, pues el cuidado abarca todo el bienestar de los hijos sin importar que esté o no una figura paterna presente. 

El detonante para tener que huir de su país fueron las amenazas de muerte que recibió, pues su pareja en más de una ocasión llegó con un machete e intentó acabar con su vida y la de su hijo menor. También recibió ataques de parte de otras mujeres que decían ser pareja de su esposo.

Unido a esta situación, Reyna también sufrió constantes ataques de violencia psicológica. Debido a su situación de analfabetismo y pobreza extrema, más el querer seguir con una familia, hicieron que su esposo sobrepasara cualquier límite que le permitiera tener alguna libertad. Su exesposo, un alcohólico que tenía esto como excusa para violentar, al otro día se burlaba y la hacía ver a ella como la culpable de lo que había sucedido. 

Frente a toda esta violencia física y psicológica Reyna no tuvo ayuda ni protección de ninguna institución de justicia. El Estado la abandonó. Su exesposo, en el tiempo que ella estuvo en Guatemala, no la dejó en paz. En el momento en que se negó a volver con él, ella y toda su familia empezaron a tener diversas amenazas de muerte, que incluían acercamientos con bandas criminales de la zona. En alguna ocasión, esta persona se acercó a la casa en donde residían sus padres, ella y sus cinco hijos e intentó asesinar al padre de Reyna por no dejar que se la llevara de nuevo a su casa. Desesperados por la situación y en vista que las autoridades pertinentes no hacían nada, que las demandas no eran suficientes, y por miedo a perder a su hija-hermana, la familia se vio obligada a iniciar el trámite para que Reyna pudiera migrar. 

La comunicación inicial la hizo una de sus hermanas junto con un primo —que está en Nueva York y se ofreció a dar todo el apoyo económico y recibirla—, quienes organizaron todo para que Reyna pudiera huir y tener una vida digna y tranquila al lado de sus hijos. En medio de todos sus miedos e imposibilidades Reyna emprende el camino migratorio con dos de sus hijos, rompiendo los lazos de dependencia con su pareja. Una de las decisiones más difíciles para ella fue el tener que dejar a tres de sus hijos, en especial a una niña de ocho años, pues los otros dos ya son “grandes”. 

Considero pertinente tener en cuenta como Reyna, a pesar de vivir en un entorno lleno de miedo (aun ya estando en la frontera, lejos de su familia y de quien le podía hacer daño), sacó todo el valor para alejarse y emprender un nuevo camino junto a dos de sus hijos. Esta situación es muy importante en todo su relato pues es una constante que Reyna se ha ido fortaleciendo a medida que el tiempo va pasando y que ella comprende ahora que está en un ambiente totalmente diferente al que se encontraba en Guatemala. 

Cabe resaltar que ella no es totalmente consciente de todo lo que ha logrado hasta el momento, del valor, del coraje y de lo inteligente que ha sido. Una mujer con sus características socioeconómicas, sin estudios, sin dinero, sin saber leer ni escribir, logró llegar a la frontera norte, con ayuda de uno de sus hijos, quien fue el que la guio en muchas ocasiones. De toda esta tenacidad que ha tenido Reyna considero importante resaltar el valor, ese que tanto su expareja le criticó y le recalcó que no tenía, y que ella sacó a relucir en estos últimos meses. 

No obstante, pese a todo lo que ella expresa, y como recalqué anteriormente, Reyna es una mujer con muchísimo valor (esta cualidad también es sinónimo de coraje o valentía). Es normal que una persona que siente miedo se considere con poca o nula valentía. Si bien el miedo es una fuerza muy poderosa, asimismo suele ser el impulso para superar lo desconocido o temible. Contrario a esto, la valentía no es la ausencia de miedo, sino la tenacidad en una meta trazada a pesar del miedo que nos invade. Además, la valentía se enfrenta al esfuerzo, al peligro, al cansancio, a todas las dificultades que se presentan en el camino, tal y como lo ha hecho Reyna a lo largo de su proceso migratorio. 

Reflexión final

Pensar que los desplazamientos migratorios son solo de personas que buscan mejoras económicas no es un factor predominante en las historias de estas mujeres. Si bien se espera que con la llegada a Estados Unidos puedan contribuir y mejorar la vida de los hijos que quedaron en el lugar de origen, esta no ha sido la motivación para migrar: su verdadero propósito es la búsqueda de seguridad, bienestar y tranquilidad. Las rutinas giran en torno al cuidado económico y emocional de los hijos, fortaleciendo la idea de los roles de género patriarcales que desprenden esquemas de cuidado y repercuten en los papeles que cumple cada miembro de la familia.   

Laura Rodriguez Benjumea. Colombiana en la frontera norte de México. Artista visual, Maestra en Estudios Socioculturales. Trabajadora humanitaria en la Fundación Fútbol Más México, a través de la implementación de actividades relacionadas con habilidades para la vida de población infantil migrante, por medio del juego y el deporte. 

Las imágenes son propiedad de la autora.